Palmas del Cesar recibe Medalla de la Orden al Mérito Palmero por parte de Fedepalma 

Fedepalma tiene instituido un reconocimiento para resaltar a los mejores miembros que le han prestado servicios invaluables al gremio palmicultor, es por eso que, gracias a la contribución en el sector palmero y a la trayectoria 

que ha tenido la compañía aplicando buenas prácticas en la  palmicultura, el Congreso Nacional de Cultivadores de Palma de Aceite y la Asamblea de Fedepalma, aprobó otorgarle a Palmas del Cesar la medalla de la Orden al Mérito Palmero de forma especial, exaltando la labor que hace la organización en el territorio.

Este reconocimiento fue entregado por el entonces presidente ejecutivo de Fedepalma, Jens Mesa Dishington, a nuestro gerente Fabio González Bejarano, quien además fue reconocido como Miembro Honorario de Fedepalma. “Palmas del Cesar sin ninguna duda es uno de los buenos ejemplos que tiene la agroindustria de la palma de aceite en el sur del departamento del Cesar y en toda la zona central palmera del país”, comentó Jens Mesa.

La conmemoración se llevó a cabo en la ciudad de Bucaramanga, a donde asistieron proveedores de fruto, colaboradores de Palmas del Cesar y personas destacadas en el sector palmero. 

A continuación podrán leer las palabras de agradecimiento de nuestro gerente, Fabio González, al recibir tan honorables galardones dentro del sector palmero.

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO MEDALLA DE LA ORDEN AL MÉRITO PALMERO Y DISTINCIÓN COMO MIEMBRO HONORARIO DE FEDEPALMA

Por: Fabio González – Agosto 2021

Usualmente desdeñamos el papel de la suerte, olvidando que el azar ha estado presente en casi todas las cosas determinantes de nuestras vidas. Las falacias de la meritocracia y el credencialismo reinantes en la sociedad moderna ocultan esa realidad.

Desde mi perspectiva, yo diría que mi caso confirma la tesis de que el azar es el hilo invisible que mueve el destino de las personas, así nos empeñemos en desestimarlo.

Cuando egresé de la Universidad Nacional de Bogotá como Ing. Agrónomo en 1983, jamás se me pasó por la mente trabajar en la agroindustria de la palma, ni mucho menos escalar profesionalmente en este sector. Era un “rolito” más, perdido en el universo, con un título universitario básico, es decir, un bachillerato avanzado, ni más ni menos, con una deuda en Icetex, el pase de conducción y la cédula. Ese era todo mi equipaje.

De pronto, en un santiamén la vida me dio un giro inesperado. Por circunstancias de algún modo extrañas, el destino quiso que, poco tiempo después de graduado, llegara a trabajar a Palmas Oleaginosas Hipinto, sin duda convertida ya en una de las mejores empresas palmeras del país. Siempre lo ha sido, sin embargo, francamente, debido a mi ignorancia juvenil, no tenía ni idea de que existiera. Para esa época, repito, ya era una empresa destacada en la joven palmicultura nacional.

Fundada el 15 de marzo de 1960 por don Ramón Pinto (a quien tuve el honor de conocer), la empresa estaba muy bien organizada e insuperablemente administrada por Cesar De Hart, mi primer jefe, quien confiadamente se aventuró pronto a ascenderme a Superintendente de Campo. (un golpe de suerte derivado de una situación laboral de otra persona)

A partir de ese momento, sin ser consciente de ello, hubo un punto de inflexión en mi vida. Empezaron a pasar cosas inimaginables que poco a poco fueron moldeándome como profesional y como ser humano.

Uno no sabe cuándo le está yendo bien, porque las cosas buenas ocurren muy lentamente, a diferencia de las malas, que suelen ser   ¡rápidas y furiosas!, como en la película.

Lo cierto es que el tiempo comenzó a correr, la empresa cambió de accionistas y cambió de nombre, pero mantuvo su esencia. Su espíritu y sus potenciales siguieron vigentes. Lo que hemos hecho, quienes por cosas del destino nos quedamos, ha sido simplemente alimentar esa hoguera de condiciones y capacidades inmanentes y, por supuesto le hemos ido imprimiendo algunas cosas adicionales, teniendo el cuidado de no opacarle su alma original.

Algunos de ustedes me han oído la analogía que suelo hacer entre la palma y la selva. Me refiero a la manigua, el embrujo aquel, que como en la novela La Vorágine, se devoró a Arturo Cova, su protagonista. Siempre he sostenido que la palma tiene una especie de embrujo, ese mágico misterio que nos absorbe y nos deja inexorablemente metidos por siempre en sus entrañas. (Lo digo, para bien, desde luego)

En efecto, acá me quedé, eché raíces, conformé una familia, he conocido gente maravillosa y he tenido la fortuna de hacer parte de un tejido de amigos fraternales. (de nuevo, la suerte)

Decía, que empezaron a correr los años; los nuevos accionistas, poco a poco se fueran fijando en mi trabajo y se animaron a darme las oportunidades, no sólo de ascender al interior de la empresa sino de capacitarme; esos ejercicios me permitieron descubrir una vocación oculta, que ni yo mismo sabía que tenía.  ¡La administración!.

Hasta que llegó el día en que consideraron que ya estaba maduro para ocuparme de la gerencia, (de eso ya hace 25 años) y nuevamente se arriesgaron, delegándome semejante responsabilidad.

En esta nueva etapa me topé con gente también extraordinaria, de una gran calidad humana y mucha experiencia empresarial. Mi formación profesional se catapultó al lado de estos empresarios que no han dejado de enseñarme y moldearme. (como ven, otra vez la suerte acompañándome).

A lo largo de estas casi cuatro décadas hemos superado en PALMAS DEL CESAR innumerables retos, hemos alcanzado importantes logros y, como suele pasar en la dinámica de la vida, también nos hemos enfrentando más de una vez a la adversidad, la gran maestra que nos ha dejado su impronta en páginas aleccionadoras de gran utilidad en la gestión colectiva de la empresa.

La fortuna siguió acompañándome, esta vez, materializada en mi entorno inmediato. En efecto, a riesgo de sonar inmodesto, debo decirles que he contado con un verdadero Dream Team palmero, un equipo directivo de alto desempeño; de la mano de ellos y de alrededor de 700 trabajadores, hemos venido haciéndole el camino a nuestra querida empresa. Sin los unos y los otros, no habría sido, ni remotamente posible hacer que pasen las cosas que necesitamos que pasen, de la manera en que consideramos que deben pasar.

Varios de ustedes me oyen a menudo recitar una especie de mantra: “Las empresas se gobiernan con filosofía y se operan con psicología”. Nos hemos empeñado en construir una filosofía práctica (por aquello de que la filosofía no sirve si no sirve para cambiar el mundo) y procuramos impregnarnos integralmente de ella, bajo la premisa de que la cultura de las organizaciones se nutre y se auto fecunda por medio de la conversación inteligente, penetrante y permanente. Estamos convencidos de que ese es el ambiente propicio para que se produzca la fértil polinización cruzada de ideas.

Para nosotros la cultura de una organización se traduce en lo que la gente habla. Así ha sido, al menos en nuestro caso. En Palmas del Cesar, trabajamos para conversar y conversamos para volver a trabajar. Es un perpetuo círculo virtuoso de mejora, cambio y calibración de lo que hacemos. Ese ejercicio, casi ritual, nos ha permitido crear una inteligencia colectiva potente gracias a la cual han ido emergiendo las respuestas y las soluciones a los retos que nos plantea la complejidad que, hoy por hoy, arropa la gestión de las empresas en esta implacable era de la competitividad, la tecnología, las normas y los cambios vertiginosos.

Mi vida también ha sido favorecida por más hechos afortunados. Pertenecer a una de las regiones palmeras más hermosas de Colombia. El magdalena medio, con todas sus complejidades, es un ecosistema fantástico no sólo por su localización estratégica y sus condiciones agroclimáticas y de infraestructura, sino por el tejido empresarial palmero con que contamos. No es un asunto menor el hecho de que acá se gestaron varias de las empresas palmicultoras más antiguas de Colombia, las pioneras, algunas de las cuales, en conjunto con otras muy jóvenes que han surgido en las últimas décadas, siguen estando entre las más importantes del país.

Este ambiente favorable ha sido otro baluarte fundamental en mi ejercicio profesional, porque me ha permitido interactuar con colegas excepcionales, con los cuales hemos tenido las mejores relaciones basadas en el respeto, la consideración y la solidaridad, tanto en el plano personal como corporativo. Juntos hemos afrontado desafíos enormes en muchos frentes de esta actividad, hemos construido nuevas empresas exitosas y nos hemos unido en torno a proyectos gremiales de interés colectivo. Competimos, claro está, pero sanamente, sin perder el sentido de la lealtad y el apoyo. Hemos aprendido a dialogar sobre temas complejos y a gestionar acuerdos razonables en medio de nuestras naturales diferencias.

También celebro la suerte de tener más de 300 proveedores de fruta con quienes hemos construido un magnífico núcleo palmero que no para de crecer y mejorar. Son nuestros aliados más importantes. Representan una de las más trascendentales elecciones estratégicas que hemos hecho en la compañía. Nuestro futuro y el suyo están inevitablemente ligados. Estos fieles aliados nos han depositado el activo más valioso con que pueda contar una organización: LA CONFIANZA. Nos sentimos realmente afortunados por ese gesto.

Finalmente, quiero mencionar que en medio de los quehaceres domésticos tuve también la suerte de entrar a formar parte de la Junta Directiva de Fedepalma en el año 1997 y, prácticamente, he tenido el privilegio de pertenecer casi de continuo a ese importante foro. Ha sido para mí, una verdadera escuela de alta gerencia, no sólo por el hecho de interactuar con los destacados miembros de la Junta, sino en general con toda la federación y lo que ello representa; la he adoptado como una gran fuente de conocimiento de la que me nutro todo el tiempo y en la que, afortunadamente también, he conocido gente valiosa que me ha enseñado mucho y me ha permitido contribuir a la evolución y al progreso de la palmicultura que hoy tenemos en Colombia.

Como se habrán dado cuenta, mi historia profesional es la resultante de un sinnúmero de factores que yo no he controlado. No se imaginan ustedes lo mucho que reconozco, agradezco y valoro todas esas afortunadas circunstancias; mi aporte se ha limitado a entender con humildad mi papel y a no desfallecer en las tareas que me ha correspondido desempeñar, por cuenta de mi rol en esta singular aventura

Recibir de Fedepalma y de su asamblea estos reconocimientos, aparte de confirmarme que son principalmente logros colectivos, me hacen sentir bajo los efectos de una sobredosis de satisfacción, orgullo y gratitud con la vida.

MUCHAS GRACIAS. Fabio González Bejarano.